jueves, 18 de abril de 2013

Libro Sagrado

                                                          El Coran





El libro sagrado del Islam es el Corán; en él se expresa su credo y se incluye su ley. Su esencia y apariencia improfanables y trascendentales residen, para la fe musulmana, en contener la palabra de Alá revelada a su enviado o mensajero (rasul) Mahoma, quien la iba transmitiendo ("en lengua árabe clara", como dice el mismo Corán) a las personas de su alrededor como mensaje de salvación. Tales revelaciones tuvieron lugar de forma espaciada desde el año 610 de la era cristiana hasta el 632, en que murió. El nombre castellano procede directamente del árabe al-quran, palabra que significa "recitación" o, por extensión, "texto sagrado que se recita". Es un término emparentado con el siríaco, lengua en la que, todavía hoy, se designan las lecturas litúrgicas del rito maronita con la palabra qeryono. También se le conoce como Alkitab (El Libro), Furquan ("liberación", "salvación"), Kitab-ul-lah (Libro de Dios) y Al-tanzil (La Revelación).
Mahoma predicaba los textos que recibía por revelación, recitándolos y haciéndolos recitar a sus fieles, que los retenían de memoria y a veces los copiaban por escrito. Para ello se usaron soportes de toda clase: hojas de palma, fragmentos de hueso, pieles de animales, omóplatos de camellos, ostracas o cualquier otro objeto similar para escribirlas. Pertenecientes a una cultura de tradición oral, no sería difícil para los fieles de la nueva religión memorizar textos breves, bien rimados y rítmicos; sin duda quedarían grabados en la memoria con facilidad.

A la muerte de Mahoma, los musulmanes empezaron a reunir en manuscritos el conjunto de los textos coránicos existentes, suscitándose divergencias que fueron paliadas por la iniciativa del califa Utmán (644-656) de proceder a una redacción oficial, constituida como vulgata, con un texto consonántico característico que, sin embargo, no eliminó la posibilidad de que se produjesen diferentes "lecturas" (qiraat), cuyas variantes (no trascendentales) son compatibles con el texto consonántico de Utmán, y se concretan en ciertas divergencias de puntuación y vocalización. El texto consonántico de Utmán fue refundido en tiempos del califa omeya Abd al-Malik (685-705), y precisado con vocales y signos gráficos auxiliares, posiblemente durante el siglo VIII, pues Malik, el famoso alfaquí de Medina (muerto en el 795), sólo admitía tales signos en los ejemplares utilizados para la enseñanza.
El texto coránico se distribuye en 114 capítulos o azoras(suras), que, a su vez, están formados por versículos o aleyas (al-aya). Cada azora tiene un título, más o menos alusivo; la primera es la Fatiha o "apertura", breve oración, frecuentemente recitada, con tan sólo siete aleyas: "¡En el nombre de Dios, el compasivo, el misericordioso! Alabado sea Dios, señor del universo, el compasivo, el misericordioso, amo del día del juicio. Te adoramos, te pedimos ayuda. Condúcenos por la vía recta, la vía de aquellos a quienes das tu gracia, no la de quienes incurren en tu enfado ni la de quienes yerran". A esta azora inicial siguen las 113 restantes, dispuestas de mayor a menor longitud: así, la segunda azora (titulada "La vaca") tiene 286 aleyas, algunas extensas, y la última azora ("Los hombres") tiene sólo seis breves aleyas.

El título que encabeza cada una de las azoras está tomado o bien de uno de los temas tratados en ella o bien de una palabra u oración que en ella figure. A continuación se indica el lugar en que fue revelada, el número de aleyas o versículos de que consta y, finalmente, el basmalá ("En el nombre de Dios, Clemente y Misericordioso"), fórmula de invocación que inicia todas las azoras, excepto la nueve. Al principio de algunas azoras aparecen unas letra llamadasfawatih ("iniciales") o al-huruf al-muqatta ("letras cortadas"), de las que no se conoce su significado exacto; algunos investigadores, como Loth, consideran que son abreviaturas de apelativos divinos, mientras que otros, como Nöldeke, Hirschfeld y Buhlcreen, creen que se trata de la letra inicial o final del nombre de aquellos compañeros del profeta que todavía en vida de éste constituyeron sus propios corpus, lo que parece poco probable. Otros, como Zaki Mubarak, opinan que puede tratarse de notaciones musicales. Estas letras también se han interpretado desde perspectivas que intentan justificar y probar el carácter milagroso del Corán, como es el caso del erudito musulmán Baydawi.
Al estar colocados los 114 capítulos del Corán según la longitud de los mismos, el libro no sigue en sus materiales un orden temático, de modo que las referencias sobre una misma cuestión o aspecto se encuentran muchas veces dispersas entre varias azoras y aleyas, y ha de recurrirse a todas ellas para calibrar el conjunto de la doctrina coránica al respecto. Los textos del Corán tampoco están ordenados cronológicamente, siguiendo el curso temporal de la vida del Profeta en que se fueron sucediendo las revelaciones, con sus sucesivas estancias en La Meca y Medina. Desde muy pronto se realizaron propuestas de clasificación cronológica de las diversas azoras, sobre todo por el interés de distinguir los textos antiguos de los posteriores, ya que a veces hay desacuerdos entre unos y otros, y el contenido de un pasaje antiguo puede ser cambiado en otro revelado después. Ello dio lugar al procedimiento técnico de fijar los textos abrogados por otros ulteriores abrogantes.
Las azoras o capítulos suelen agruparse en cinco periodos. En el primer periodo mequí, que abarca cuarenta azoras, hay una presencia clara de la rima y del ritmo. En este periodo la presencia de Dios hace desaparecer al hombre. Dios no pretende dar un código de actuación sino restaurar un culto. Se insta a admirar la cosas creadas como signos del poder de Dios y se recuerdan los castigos que recibieron otros pueblos del pasado que no escucharon a sus profetas. El día del Juicio aparece como último argumento. En el segundo periodo, con 21 azoras, se empieza a jurar por el Corán en lugar de hacerlo por el sol, la luna, el cielo y otros entes naturales, y se desarrolla la historia de los antiguos profetas hebreos. A partir de este segundo periodo, también mequí, empiezan a encontrarse influencias judías que entraron por vía directa. En el tercer periodo, con 21 azoras, la argumentación se dirige a la generación que pide milagros para creer, sin saber ver que éstos se encuentran por todas partes.

Los textos revelados en el cuarto periodo, considerado ya del periodo mediní, con 24 azoras, difieren en gran medida de los textos del periodo mequí. Mahoma es aquí un hombre de estado que se dirige a un grupo de creyentes. Su función es ahora enseñar y no convencer. El estilo pierde en ligereza y se vuelve difuso a lo largo de versículos muy largos. Por último, las azoras 2, 4, y 5 tratan fundamentalmente de la organización de la nueva sociedad y buena parte de su historia. Es una parte con una clara influencia hebrea.
Tanto en su contenido cuanto en su forma, el Corán, en tanto que palabra divina, es considerado perfecto. Su texto es también apreciado estéticamente, hecho que se manifiesta en el arte de su recitación, con sus diversas y melódicas interpretaciones, que pueden arrebatar al auditorio, y con el arte de su caligrafía, también estimable. Como pieza literaria sublime llegó a constituirse entre los musulmanes el dogma de su inimitabilidad. Para los fieles, el estilo del Corán es milagrosamente bello e imposible de imitar: cualquier traducción del Corán a otra lengua no puede sino desfigurar el texto. Tras largos debates, la mayoría de los teólogos musulmanes terminaron aceptando que las traducciones eran legítimas en la medida en que permitían acercarse a las "ideas" del Corán. Salvo en casos muy especiales, la ley prohíbe el empleo litúrgico de un Corán traducido. El Corán se encuentra así rodeado, en su fondo y en su forma, de un halo de respeto, fervor y esmero extraordinarios, presente siempre en la vida entera del musulmán, que procura preservarlo, centrando en él sus ideales y vivencias, y recurriendo a su lectura tanto de forma cotidiana como en ocasiones solemnes. El Corán aglutina y marca de forma primordial la civilización islámica, como gran eje de la misma.

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